Mientras se acaba de cumplir el primer año desde el alto de alto el fuego del 27 de noviembre entre Israel y el Líbano, la cruda realidad es que el acuerdo existe sobre el papel, pero no en la práctica. Mientras la atención del mundo sigue centrada en otros conflictos en Oriente Medio y más allá, el Líbano sufre en silencio y la situación empeora.
La población civil sigue muriendo en ataques con drones y las infraestructuras civiles son blanco de repetidos ataques. Desde que se firmó el alto el fuego, se han registrado más de 400 ataques aéreos o con drones y más de 300 incidentes de fuego de artillería. Esto no es paz.
Lo que hace que la situación del Líbano sea especialmente devastadora es cómo las múltiples crisis se agravan entre sí, creando una tormenta perfecta de necesidades humanitarias
Lo que hace que la situación del Líbano sea especialmente devastadora es cómo las múltiples crisis se agravan entre sí, creando una tormenta perfecta de necesidades humanitarias. Estamos siendo testigos de lo que ocurre cuando se cruzan los conflictos, el cambio climático y el colapso económico, y los resultados son catastróficos para las comunidades a las que servimos.
La destrucción es sistemática. Mercados históricos como el zoco de Nabatieh, con siglos de antigüedad, están en ruinas. Las tierras agrícolas han sufrido daños extensos por las explosiones, la contaminación y las excavadoras. Para muchos agricultores, sus tierras son inaccesibles o están contaminadas con restos explosivos de guerra. Según una investigación reciente de Acción contra el Hambre, Oxfam e Insecurity Insight , aproximadamente el 90% de los agricultores que entrevistamos informaron de una grave reducción de la producción de alimentos desde octubre de 2023, y varios de ellos nos dijeron que la producción es nula durante períodos críticos de cosecha.
Pero la crisis agrícola es solo una parte de la historia.
El agua, la necesidad más básica de la vida, se ha convertido en un lujo para muchas familias libanesas. Nuestra investigación muestra que las infraestructuras fundamentales para el riego y el agua potable han sido dañadas sistemáticamente, con graves consecuencias para la producción de alimentos y la salud pública. Al menos 26 instalaciones de bombeo de agua y 28 redes de tuberías de agua en el sur del Líbano han sido dañadas o destruidas desde octubre de 2023.
Por ejemplo, la estación de bombeo de agua de Maisat, que abastecía a 150 000 personas en 30 aldeas, ha sido atacada en múltiples ocasiones y aún no ha vuelto a funcionar. Las comunidades dependen ahora por completo del agua transportada en camiones privados, que cuesta a los hogares diez veces más que el agua suministrada por las autoridades públicas. Para las familias ya devastadas por la crisis económica del Líbano, esta carga financiera es aplastante. La gente está recurriendo a mecanismos de supervivencia negativos: racionar el agua, dar prioridad al consumo de agua potable sobre la higiene, o no lavar las frutas y verduras. Estas decisiones conllevan riesgos reales para la salud, como el brote de enfermedades.
Es un círculo vicioso: la falta de agua significa la falta de agricultura, la falta de agricultura significa la falta de alimentos, y la falta de alimentos significa un aumento de la pobreza y la desnutrición
Estamos asistiendo al aumento de enfermedades transmitidas por el agua, como la hepatitis A y la fiebre tifoidea. El cólera sigue siendo endémico en el Líbano tras el brote de 2022. Con los recursos financieros y el personal sanitario bajo presión, el sistema está mal equipado para responder. Para complicar aún más la situación, la salud no es una cuestión aislada, sino que está profundamente relacionada con el agua y la nutrición.
Los agricultores de todo el Líbano ya se encuentran en crisis, ya que las precipitaciones históricamente bajas han provocado la peor sequía jamás registrada. Este estrés climático se ve agravado por los efectos continuos del conflicto, puesto que la infraestructura dañada impide a los agricultores regar sus cultivos. Es un círculo vicioso: la falta de agua significa la falta de agricultura, la falta de agricultura significa la falta de alimentos, y la falta de alimentos significa un aumento de la pobreza y la desnutrición.
La inseguridad alimentaria afecta actualmente a aproximadamente 1,2 millones de personas en el Líbano, casi una quinta parte de la población. La desnutrición infantil está aumentando. El sur del Líbano y el valle de la Becá, especialmente castigadas por el conflicto, producían históricamente el 94% de los plátanos del país, más del 60% de los cítricos y aguacates, y el 70% de las uvas del Líbano. Solo la cosecha de aceitunas de octubre de 2024 sufrió unas pérdidas de ingresos de 58 millones de dólares. Estas pérdidas repercuten en toda la economía.
Lo que los agricultores nos repiten una y otra vez es que necesitan tres cosas para reconstruir: el cese total de las hostilidades, ayuda financiera y la retirada de los restos explosivos que contaminan sus tierras. En este momento, no tienen nada de eso.
A medida que se acerca el invierno, más familias se enfrentarán al hambre y la pobreza. Aproximadamente 64 000 personas siguen desplazadas debido al conflicto en curso, y las fuerzas israelíes mantienen su presencia en el sur del Líbano a pesar de los términos del alto el fuego.
Hasta que la población pueda acceder a agua potable, regresar a sus granjas y vivir sin temor a los ataques con drones, el alto el fuego seguirá siendo solo nominal
La comunidad internacional debe responder. No se puede olvidar al Líbano. Es necesario que se respete el alto el fuego. Es necesario que todas las partes cumplan con sus obligaciones en virtud del acuerdo de alto el fuego, incluida la retirada de las fuerzas del territorio libanés según lo acordado. Es necesario que las personas puedan regresar de forma segura a sus hogares y tierras. Y es necesario ayudarlas a reconstruir y proporcionarles asistencia humanitaria, de conformidad con el derecho internacional humanitario, para facilitar la prestación rápida y sin obstáculos de ayuda humanitaria a los civiles que la necesitan.
El conflicto en el Líbano no ha terminado. Hasta que la población pueda acceder a agua potable, regresar a sus granjas y vivir sin temor a los ataques con drones, el alto el fuego seguirá siendo solo nominal. El mundo no debe mirar hacia otro lado.
La crisis olvidada del Líbano: un año después del alto el fuego, la inseguridad sigue aumentando
Suzanne Takkenberg es directora de Acción contra el Hambre en el Líbano
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